Cuando
yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba
"Historias vividas", una magnífica lámina.
Representaba
una serpiente boa que se tragaba a una fiera.
En
el libro se afirmaba: "La serpiente boa se traga su presa entera, sin
masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses que dura
su digestión".
Reflexioné
mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla y a mi vez logré trazar
con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo número 1 era de esta
manera:
—¿Por
qué qué habría de asustar un sombrero? —me respondieron.
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones.
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones.
El principito
Las
cosas no son lo que parecen.
Podemos ver la vida
desde infinitas perspectivas, aunque para ello necesitamos unas gafas. Pero no
unas gafas cualesquiera, no, sino unas especiales. Unas con cristales que
deforman las cosas, que permiten que las veamos de colores, bocarriba,
bocabajo, del derecho o del revés. ¿Sabéis cómo se llaman también esas gafas?
Bueno, en realidad tienen varios nombres: letras, palabras, libros, lenguaje…
Pero todos ellos se resumen en uno: literatura. Esa mágica perspectiva que transforma
una pizarra en un campo de fútbol en clase, una maceta en la ciudad donde viven
unos seres diminutos… o un sombrero en una boa que se ha comido un elefante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario